lunes, 30 de septiembre de 2013

Un buen día.

Debo admitir que el uso de internet y el mundo de la informática no era mi fuerte, todas mis amigas me contaban de lo maravilloso que era encontrar a muchas personas en salas de chat, que conocían gente de todo el mundo y como muchas de ellas hablan inglés, conocían aun más.

Hasta hace dos años. Una de ellas que me convenció para inscribirme en el mismo curso de inglés que estaba tomando. Cuando me inscribí, también lo hicieron cinco personas más y en total el grupo se extendió a diecisiete personas.

Entre todos los que entramos había un joven que llamó mi atención, la mayoría de los alumnos éramos muy extrovertidos, charlábamos a la hora del almuerzo, participábamos activamente en clase, pero él no, era completamente introvertido.

Un día hicimos una clase en pareja y la maestra nos permitió elegir nuestro compañero, muchas amigas me pidieron que las eligiera, pero cuando me preguntó con quien formar el equipo lo elegí a él.

Para mayor mi conveniencia, la maestra indicó que permaneciéramos así durante las clases siguientes para no confundir temas, ya que cada pareja tendría uno distinto y al final haríamos una representación ante la clase para mostrar lo aprendido. Ya estando juntos, le pregunté su nombre, debido a que la maestra siempre usaba los apellidos para llamarnos y él siempre se iba a otro lugar a almorzar y al terminar las clases se iba sin despedirse.

Su nombre era Fernando* y estaba a punto de hacer su examen para entrar a la universidad. Me molestó un poco que sus respuestas fueran muy directas y cortantes, pero logré entablar una buena charla con él.

Al terminar la clase le invité a tomar un café y seguir practicando la lección del día, pero se negó explicando que siempre debía llegar a casa a la misma hora. Le pedí prestado su teléfono celular y escribí mi número y lo guardé, le dije que no dudara en llamarme si es que podía salir más tarde.

No fue hasta las siete de la noche que recibí su llamada.

-Hola, ¿señora Adela?, soy Fernando, de las clases de inglés.

-¡Hola Fernando!, ¿cómo estás?

-Bien, mi padre me dio permiso para salir y quería saber si podemos tomar ese café que me invitó en la tarde.

-¡Claro que sí!, no sé si te quede cerca pero hay uno cerca de la escuela, podemos ir a ese.

-Sí, sí me queda cerca. Entonces nos vemos allá en media hora.

-Ahí estaré.

Fui a cambiarme de ropa rápidamente, me puse una blusa holgada, jeans azules y zapatos negros, llevé mi suéter de cuello de tortuga en mano debido a lo fresca que se sentía la noche. Salí hacía el café y llegué más o menos en diez minutos.

Él llegó cinco minutos después, entramos al café y ordenamos nuestros favoritos, ya en la mesa le pregunté más acerca de él.

-Quiero estudiar administración, por eso haré el examen el próximo sábado, pero mi papá es muy duro conmigo, él quiere que siga el negocio familiar, pero a mí no me gusta. Es por eso que estoy un copo deprimido. Cuando le dije del examen, se molestó y no me alentó en lo más mínimo.

-Puedo decirte que tu padre no acepta que salgas adelante, él quiere tener un ayudante gratuito de por vida, es por eso que quería que aprendieras el negocio familiar. También puedo decirte que aunque él no esté orgulloso de ti, otras personas lo están. Entonces será el sábado… obviamente no te acompañará, ¿cierto?

-Para nada, ni siquiera quiso decirme donde quedaba la escuela donde lo haría, tuve que preguntar a mis amigos.

-A eso me refiero, sé que es horrible que tu padre no te apoye, pero todos tus amigos sí lo hacen, es más, yo ya te considero mi amigo y te deseo la mejor de las suertes y espero tú también me consideres tu amiga.

Sonrió y noté que su rostro se ruborizaba, también sonreí y le acaricié su mano.

-¿A qué hora será el examen?

-Temprano, a las ocho de la mañana.

-¿Cuánto tiempo durará?

-Van a dar tres horas para completarlo, espero terminarlo antes.

-Te voy a proponer algo, para celebrar que hayas terminado el examen, te invito a comer, porque sé que es muy desgastante.

-No sé si mi papá vaya a dejarme.

-Simplemente dile que ya hiciste el compromiso y que no puedes posponerlo.

-Veré qué puedo hacer.

-En cuanto salgas del examen háblame al celular y yo iré por ti.

Sí, está bien.

Seguimos charlando de las clases de inglés, de la música que nos gusta y de un sinfín de otros temas, terminamos nuestros cafés y lo llevé a su casa.

La semana pasó rápidamente y al fin el sábado había llegado, me levante temprano para bañarme y vestirme lo mejor posible. Elegí una falda y saco rosas, blusa color melocotón, pantimedias color salmón y zapatos rosas también.

Comí el delicioso desayuno que Martha me hizo y después me dispuse a esperar la llamada de Fernando.

A las diez y media recibí su llamada y en cuanto colgamos salí hacia la escuela que me había indicado. Llegué en media hora ya que no era muy lejos de donde vivía, le llamé para indicarle dónde estaba y varios minutos después estaba tocando la ventanilla del carro.

-¡Hola, espero te haya ido bien! ¿Estuvo difícil?

-Hola, gracias. Sí estuvo un poco difícil, sobre todo los temas que no estudié bien, pero tengo confianza en que lograré entrar.

-¡Así se habla, piece of cake! Bueno, cerca de aquí hay un centro comercial, veamos que restaurantes hay ahí.

-Bien, vamos.

Tomé un retorno y llegamos en cinco minutos al centro comercial, pero la distancia en realidad es un poco mayor, a pie tomaría alrededor de veinte minutos llegar. Salimos del estacionamiento y buscamos el área de comida en el mapa, ya que era la primera vez que ambos estábamos en ese lugar.

Antes de ir le sugerí pasear y ver las tiendas, caminamos hasta el otro extremo y mientras lo hacíamos noté que muchas personas nos miraban. A mi cabeza llegó un pensamiento travieso, me acerqué más a él y le tomé la mano. Al sentir mi mano, la apartó un poco, pero después la tomé firmemente. Yo miraba las tiendas para disimular y después de pasar tres voltee a verlo, estaba completamente rojo y volteaba hacia todos lados tratando de ocultar su timidez.

Me detuve a contemplar un escaparate de una tienda de ropa y disimuladamente veía a las personas que pasaban. Muchas bajaban la vista, era obvio que miraban nuestras manos.

Subimos hasta el tercer piso donde estaba el área de comida, todo el tiempo agarrados de la mano y no dejábamos de atraer las miradas. Decidí comer en el área pública y mientras esperábamos por nuestra comida volvimos a conversar.

-Fer, supongo que un chico tan guapo como tú trae locas a las chicas.

-No, no tanto. Una vez tuve una novia, pero cortamos a las dos semanas.

-¿Y eso por qué?

-Pues me dijo que a fin de cuentas yo no era su tipo.

-Así estuvo bien. Y después de ella, ¿no has tenido otra novia?

-No, ninguna. Hay varias chicas de mi escuela que me gustan, pero nunca tuve el valor de acercarme y decírselo.

-Fer, vive tu vida, no como reza el dicho, no hace falta que pienses que será tu último día, pero vívela con más emoción, haz cosas espontáneas, no organices tu día. Haz eso también con las chicas, acércate a alguna amiga tuya e invítala a comer, lo peor que pueda pasar es que te diga que no.

Sonrió y terminó su plato. Contempló a su alrededor evitando cruzar mirada conmigo.

Minutos después terminé mi comida también, pedí la cuenta y volvimos a recorrer el centro comercial, esta vez el segundo piso.

Volví a tomarle la mano, pero ahora también iba recargando mi cabeza en su hombro. Las miradas de las personas, en especial de las mujeres, no podían ser más evidentes. Sinceramente admito que me gustaba imaginar los pensamientos de mujeres y hombres: “Asalta cunas” “¿Qué le vio a ese mocoso?” “Niñito con suerte” “¿Ese mocoso con esa mujer?”

Me senté en una banca y me quité un zapato. Le pedí que me diera un pequeño masaje. Lo pensó unos segundos, pero después se hincó frente a mí y comenzó a acariciar mi pie. La tela de las medias sonaba cada vez que sus manos se movían, apretaba de vez en cuando mi pie.

Me puse el zapato de nuevo y le dije que era hora de irnos, asintió y de pronto me dio un beso en la mejilla.
-Me gustó pasar este tiempo con usted, Adela.

-Fer, no voy a dejar que te vayas sólo. Además recuerda lo que te dije, hay que vivir el momento. Vamos al carro y te explico mejor.

Bajamos al estacionamiento y antes de subir al carro, le tomé la cara y le di un beso en la boca. Al terminarlo vi de nuevo que se había puesto tan rojo como cuando tomé su mano, aun más de hecho.

-Hay que ser espontáneos, recuérdalo- dije susurrando a su oído mientras le agarraba la entrepierna y sentía el bulto que palpitaba dentro.

Conduje hasta mi casa y ya en ella le indiqué a Fer que fuera a la sala.

-¡Martha, Dulce, Verónica, vengan por favor!

>>Gracias por bajar, les voy a dar el resto del día libre, no es necesario que terminen las tareas que estaban haciendo. En cuanto terminen de cambiarse vayan a la biblioteca para hablar conmigo de nuevo.

Minutos después, las tres estaban en la biblioteca, les di un sobre a cada una y les dije que podían regresar el lunes al medio día.
Fui a la sala y me senté junto a Fernando.

Tomé su mano y la puse en mi muslo, él la contemplaba, pero no la movía, comencé a moverla en su lugar, lo hacía de adelante hacia atrás, suavemente. Separé mi mano y el siguió acariciando mi pierna, de nuevo el sonido de las medias invadía la sala, al fin volteó y me miró fijamente, el rubor de su cara no disminuía.

Me acerqué para besarlo, al principio alejó su cabeza, pero el respaldo del sofá le impidió seguir haciéndolo, comencé a buscar su lengua. Metí mi mano bajo su camiseta, su respiración aumentaba, su cuerpo estaba ya muy caliente.

Él seguía acariciando mi pierna, sin dejar de besarlo tomé su mano y la subí a mi pecho.

De pronto él se alejó, se levantó, pero alcancé a tomarlo del brazo.

-Discúlpame, Adela, no puedo hacerlo, no debemos.

-Shhh, no te preocupes de nada, es por eso que dejé ir a mis empleadas, estamos solos en la casa.

-No, no es eso, es que, usted es…

-¿Qué soy?

-Más…

-¿Grande? Eso no es impedimento.

-¿Y si llega su esposo?

-No lo hará, ni siquiera está en el país. Recuerda, déjate llevar por el momento, además, creo que tu amigo allá abajo piensa distinto a ti.

Se agarro la entrepierna ocultándola.

-Anda, no desperdicies la oportunidad, podremos matar dos pájaros de un tiro, tú aun estás estresado por el examen y yo al fin cumpliré mi cometido de tenerte dentro de mí.

Subimos a mi habitación, lo desnudé lentamente y al fin vi su pene erecto, sin dudarlo lo tomé con una mano y comencé a masturbarlo. Estaba muy caliente, cuando detenía la mano sentía sus palpitaciones. Lo jalaba lentamente, jugaba con su prepucio, lo estiraba y cubría toda la cabeza, después lo jalaba descubriéndola toda. Mi mano se humedeció por el líquido pre-seminal. Comencé a jalarlo rápidamente, su pene brillaba, se puso de un color casi morado, estaba completamente hinchado.

Después de jalarlo varias veces comenzó a palpitar fuertemente y al fin su cálido semen salió disparado hacía mí y cayó en mis senos. Solté su pene y comencé a tocar el semen en mis senos, comenzaba a formarse una mancha húmeda en mi blusa.

Le indiqué que me desnudara también. Así lo hizo, pero estaba tan nervioso que sus manos temblaban como si tuviera frío. Dejó caer mi blusa, me puse de espaldas a él y desabrochó mi sostén, me lo quité y se lo di en las manos. Lo olió un poco y lo dejó caer a un lado. Ahora sí tomó la iniciativa y me acercó a él, me abrazó y después bajó sus manos bajando el cierre de mi falda y jalándola para después dejarla caer.

Acarició mis nalgas enfundadas en pantimedias y bajó acariciando completamente mis piernas. Me senté en la cama para que me quitara las pantimedias, pero no las bajó completamente, las dejó en mis rodillas, bajó mis pantaletas también y abrí mis piernas, todo lo que mis pantimedias me permitían.

Tocaba mi vagina con su pene, pero no me penetraba.

-¿Qué pasa, Fer?- dije jadeando un poco por lo nerviosa que estaba.

-Es que… Yo…

-¿Eres virgen?

-Sí…- dijo evitando verme a los ojos.

-No te preocupes lindo, para eso estoy aquí-. Tomé su pene y torpemente comencé a meter la cabeza. –Así, ahora empuja-. Le susurré al oído.

Comenzó a empujar, penetrando al fin, lo hizo una vez y dejó su pene dentro, al parecer se estaba acostumbrando a la sensación de tener el pene dentro de una vagina.

Después bombeaba lentamente, le dije que tomara mis piernas para mejor apoyo y así lo hizo, seguía bombeando lentamente pero con fuerza. Me levanté y le dije que se recostara en el piso, así lo hizo y después me senté en su pene, apoyé las manos en el piso y comencé a dar de sentones. Lo hacía rápidamente para que ambos sintiéramos rico, su pene era un poco delgado. Seguía sentándome en él cuando de pronto sentí varios espasmos, sabía que se estaba viniendo, no me detuve y deje que descargara todo lo que debía.

Me levante al baño y traje un paquete de condones, le puse uno aprovechando que su erección no había desaparecido. Después me puse en cuclillas, coloqué mis manos al los costados y me apoyé en el piso de nuevo, le dije que comenzara a bombear pero que esta vez lo hiciera rápidamente. Obedeció sin dudarlo y comenzó a penetrarme tan rápido que con cada empujón hacía sonar mis nalgas.
Después de varios minutos así, me coloqué en posición de perrito. Ahora me penetró casi a la primera y bombeaba rápidamente. Me agarró de la cadera y comenzó a acariciar mis nalgas, después estiró los brazos y acarició mis senos, tocaba mis pezones reconociéndolos, no dejaba de masajearlos y apretarlos.

Descansamos unos minutos y después bajamos a mi despacho, escombramos el escritorio y me recosté en el, abrí las piernas, las coloqué en sus hombros, mientras el agarraba mis muslos, volvió a penetrar, lo hacía lentamente, metía todo el pene en cada oportunidad, al acercarse le dije que se quedara así y tomé su cabeza, la acerqué a mis senos y comenzó a mamar uno de ellos, succionaba y lamía.

Subió el ritmo del bombeo, de nuevo con cada empujón sonaban mis nalgas, me movía estrepitosamente, las patas del escritorio rechinaban con cada empujón.

Al final se agotó y dejó de bombear, el condón mostraba todo el semen que había eyaculado. Después nos besamos de nuevo y subí mis pantaletas y mis pantimedias, fui a ponerme ropa y él se puso la suya.

Ya iba a anochecer así que decidimos que lo mejor era que él volviera a casa, no sin antes pasar a tomar una taza de café.

La cena.

Salí a la puerta principal ya que había escuchado el silbato del cartero, abrí el buzón y revisé todo el correo. Una carta llamó mi atención más que las otras, la separé y leí el remitente.

Era una invitación a una cena de una pequeña empresa a la cual había pedido información sobre sus productos por parte de mi esposo. La cena sería dos días después, dentro de la carta venían dos boletos foliados.

De inmediato pensé en quién invitar y me vino a la mente Fernando. Lo llamé y le dije que no hiciera planes para esa noche.

El día de la cena fui al salón de belleza, me hicieron un lindo peinado con rizos, manicura y pedicura, después volví a casa para escoger el vestido. Elegí uno color rojo, sencillo pero elegante, zapatos de tacón también rojos y medias negras.

Una hora antes de la cena fui por Fernando a nuestro café favorito, ya que su padre seguía siendo una persona muy cerrada mentalmente y decidimos hacer de ese lugar nuestro punto de encuentro.

Estaba vestido de traje negro y camisa blanca, tenía la corbata en manos y cuando nos saludamos me explicó que aun no sabía anudarse la corbata. Entramos al café y pedimos una taza de té, el lugar de la cena no estaba cerca, pero conocía muy bien la ruta para evitar el tránsito que se forma en una calle principal de nuestra ciudad. Mientras esperábamos nuestros tés, le anudé la corbata y charlamos un poco de su escuela y las clases de inglés también.

Terminamos nuestros tés y de inmediato salimos hacia la cena. Tardamos casi una hora en llegar, habrían sido casi dos si me hubiera ido por la ruta que todo el mundo conoce. Llegamos al lugar, que era un hotel famoso de aquí, preguntamos en recepción dónde se encontraba el salón de fiestas y nos dirigimos de inmediato.

Nos atendió un joven, le di los boletos y nos acompañó hasta nuestra mesa. Era una mesa grande, ya había tres personas en ella, las saludamos y contemplamos el lugar. No era nada impresionante para mí, tantos años de reuniones y cenas similares me hicieron perder el asombro rápidamente. Pero no era el caso de Fernando, miraba a todos lados con los ojos completamente abiertos, en la mesa principal había una pequeña fuente, tres centros de mesa muy hermosos con rosas rojas. Poco a poco fueron llegando más personas, muchas de las cuales supuse llegaban tarde por la famosa ruta que se llena de tránsito a esas horas.

El propósito de la cena era dar a conocer el producto en nuestro país, un alimento nuevo. Antes de la cena hicieron varias presentaciones y explicaciones de lo que ese producto era. Una hora más tarde pudimos cenar, fue en tres tiempos. Cuando el mesero nos atendió le pedí una copa de vino para mí y Fernando.

Noté que Fernando tomaba y comía un poco rápido. No le dije nada, ya que para mí era muy gracioso ver cómo la otra gente le observaba, él ya iba en el último plato cuando muchos de nosotros íbamos a terminar el primero.

Minutos después me preguntó dónde estaría el baño, llamé al mesero y nos comentó que el baño se encontraba al fondo de la planta, a la derecha del salón. Antes de ponerse de pie le susurré que usara el baño de la siguiente planta, ya que habría menos personas ahí. Asintió con la cabeza y se fue y medio minuto después me levanté también.

Subí por el elevador, me quité los tacones antes de llegar a la planta y salí, sentí el frio del suelo en mis pies pero no me importó tanto, me dirigí al baño de hombres y abrí lentamente la puerta. Oí el chorro que caía en el retrete, caminé lentamente y me asomé para ver si había alguien más que Fernando en el baño. Estaba solo.

Me puse los tacones y esperé a que saliera. Se sorprendió al verme recargada en el lavamanos, yo meneaba mi pie izquierdo, jugando con mi tacón. Me acerqué a la puerta simulando salir del baño, pero lo que hice fue cerrar la puerta con seguro.

Me acerqué y me agaché frente a él, desabroché su pantalón y lo dejé caer, baje su trusa y contemplé su pene, que comenzaba a ponerse erecto. Lo tomé entre mis manos y comencé a masturbarlo, rápidamente se puso duro, lo acaricié, jugaba con su cabeza, que comenzaba a mojarse por el líquido pre-seminal.

Al fin comencé a mamarlo, primero chupaba la cabeza, como si fuera paleta. La lamía, saboreaba su pre-semen, succionaba, mis mejillas se sumían cuando lo hacía. Después metí todo su miembro en mi boca, lamía la base, lo movía dentro de mi boca, trataba rodearlo con mi lengua. Seguía succionando de vez en cuando. Movía mi cabeza frenéticamente, sentí sus manos en mi cabeza y eso me hizo seguir moviendo mi cabeza rápidamente.

Dejé de mamarlo un momento y comencé a masturbarlo de nuevo, sentía el calor, la dureza y lo resbaloso que estaba. Escupí un poco en la cabeza y volví a meterlo en mi boca, no me movía, quería sentir como palpitaba dentro de mi boca, sentía el calor, el sabor ácido de su pre-semen me excitó y volví a succionarlo.

Al fin después de unos minutos los chorros espesos comenzaron a golpear mi paladar, otros golpeaban mi garganta casi directamente. Los últimos corros caían directo en mi lengua, dejé de mamarlo, su pene aun palpitaba, se movía de arriba debajo de una manera muy curiosa. Yo, aun en cuclillas abrí mi boca y le mostré su semen. Me lo tragué y limpié mi boca en el lavamanos. El se subió su pantalón de nuevo y cuando estuvimos seguros que no teníamos ninguna evidencia de nuestra fechoría, abrí la puerta y salí con cuidado del baño.

Volví a la cena y un minuto después llegó él, sonreímos al vernos y seguimos pasando un buen tiempo en la cena.

Al ritmo de la lluvia.

Eran aproximadamente las nueve y media de la mañana, yo no había dormido tanto desde hace meses, debido a la tensión con la que vivo en casa. Me despertó un dulce olor, de inmediato supe que alguien estaba cocinando el desayuno, me puse mi negligé negro favorito y bajé a la cocina.

Me detuve la entrada, me recargué en la orilla del arco y contemplé la hermosa figura de Adriana, que cocinaba completamente desnuda, salvo por el delantal que tenía puesto. Tarareaba una linda tonada y movía enérgicamente las caderas de un lado a otro, con un movimiento casi hipnotizante, mi mirada estaba completamente perdida en ese firme trasero que no dejaba de moverse.

Me acerqué lentamente y sin hacer ruido, me coloqué a unos centímetros de ella y cuando volteó soltó un grito y una carcajada casi de inmediato.

-¡Adela, No me espantes! ¿Siempre entras así?-

Sonreí a modo de respuesta y acaricié su brazo izquierdo.

-León salió temprano, recibió una llamada de su amigo para ir a revisar un equipo nuevo para el gimnasio, llegó antes de tiempo y fue a recibirlo y a instalarlo. Por favor toma asiento que en seguida te sirvo el desayuno-.

Se inclinó para sacar unos platos de su alacena y cuando lo hizo acaricié sus firmes nalgas, bajando las manos por sus piernas.

-Mmmh… Adela, primero desayunemos, jeje-.

Me senté y después Adriana me sirvió un rico plato de frutas con yogurt, un vaso de leche y puso un poco de pan de dulce en la mesa, me indicó que empezara sin ella ya que aun faltaba cocinar las pechugas de pollo. Minutos después sirvió su desayuno y en lo que esperaba a que las pechugas absorbieran el exceso de grasa comenzamos a desayunar juntas.

-Me habías dicho que tu esposo es empresario, si no es indiscreción, ¿cuántas empresas tiene?-

-Por ahora tiene quince, tres de las cuales son las que más le quitan el tiempo ya que tiene accionistas internacionales, las demás en realidad son pequeños negocios con algunas franquicias, y yo tengo una pequeña boutique, citando sus propias palabras: “Por si algún día quedo en la calle, al menos tú tendrás tu propio negocio que te sustentará”-.

-Ah ya veo, entonces también eres empresaria, entonces ¿solo vas a hacer corte de caja, por así decirlo? Porque me habías comentado que eres ama de casa, o ¿lo dijiste para despistarme?-

-Sí, lo has dicho muy bien, yo me encargo de hacer las compras de las prendas, tengo varias marcas que también me surten, por ejemplo con las que más tengo contrato es con las de ropa interior. De hecho tengo pensado abrir otras dos boutiques más, pero aún debo pensarlo bien-.

-Entiendo, bueno las pechugas ya están, después de desayunar tengo una sorpresita para ti-. Dijo soltando una risita casi infantil.

Terminamos de desayunar y tomamos como ya era costumbre varios vasos de agua de limón. Charlamos un poco más de ropa y cosméticos, nada acerca de las lluvias doradas. Pero cuando ambas terminamos nuestros vasos de agua, ella se levantó. De pie frente a mí se quitó el delantal, lo dejo tirado en el piso y se inclinó para darme un largo y tierno beso. Su lengua jugaba con la mía, acarició mi cara con sus suaves manos, y me agarró de los hombros, tirando un poco de ellos indicando que me levantara. Lo hice sin dejar de besarla, levantó mi negligé y la separación era forzosa para que yo quedara desnuda.

Me agarró de la mano y me jaló corriendo para que la siguiera, cual niña entusiasmada queriendo enseñar la muñeca de novedad a su madre en una juguetería. Entramos a su habitación, abrió un armario y sacó una pequeña maleta y después me jaló de nuevo, esta vez en dirección al jardín, pasando por la cocina para sacar dos botellas grandes de agua purificada.

Ya en el baño al aire libre tomamos un poco más de agua y después nos sentamos en la banca y puso la pequeña maleta entre nosotras, de ella sacó un dildo grande, aun en su empaque.

-Mira, lo he guardado desde que lo compré, añoraba el día para poder estrenarlo-.

Era bastante grande, de doble cabeza, transparente y algo flexible. Comenzó a mamar un extremo, gimiendo y acariciándome la pierna con la otra mano. Tomé el otro extremo y lo mamé también, tenía el sabor a silicón muy fuerte, pero pronto dejé de sentirlo.

Intentábamos tocar nuestros labios al mamarlo, pero fue imposible. Ya bastante lubricado con nuestra saliva, Adriana comenzó a meter una de las puntas lentamente, acariciaba mi pierna, nos acomodamos bien en la banca y comencé a meterle a ella la otra punta.

Ya con la punta lo suficientemente dentro, comenzamos a mover nuestras caderas, lentamente primero, subiendo la velocidad poco a poco, íbamos acercándonos, metiendo cada vez más el dildo, nos movíamos y gemíamos como locas, yo cerré los ojos por unos instantes, cuando los abrí noté que solo una pequeña fracción del dildo era visible.

Adriana dejó de moverse y lentamente también dejé de hacerlo, sin previo aviso, ella comenzó a orinar, sentía ese tibio chorro mojando mi vagina, el dildo adquiría un tono ámbar cada vez que la orina tenía contacto con él.

Sentir su orina hizo que yo también comenzara a orinar, ahora nuestros chorros chocaban entre sí, el vapor impregnaba el aire, yo frotaba mi vagina haciendo salpicar por doquier la orina, Adriana movía las caderas de nuevo y poco a poco su chorro de orina iba disminuyendo, mientras el mío seguía mojando su hermosa vagina. Adriana se incorporó un poco, sacó la mitad del dildo que estaba dentro de mí, se bajó de la banca y me acomodé abriendo las piernas, tomó el dildo con sus manos y comenzó a penetrarme, lo hacía torpemente pero me encantaba, me penetraba hasta el fondo, después sacaba completo el dildo, lo hizo por varios minutos hasta que al final me penetró y se inclinó para besar y mamar mis senos. Mordía suavemente, me gustaba esa sensación, cada vez me hacía excitarme cada vez más. La tomé de la nuca para que no dejara de hacerlo por un tiempo, movía mis pezones con su lengua, succionaba, mordía y lamía. Alzó la cabeza y me besó apasionadamente de nuevo, sonrió y me susurró:

-Descansemos un poco, vamos a tomar algo de agua-. Guiñó el ojo, sacó el dildo de ambas y nos recostamos en el césped para tomar agua.

Ella tenía el dildo en una mano, lo contemplaba con una hermosa sonrisa, comenzó a lamerlo y a chuparlo de nuevo.

-Tu jugo sabe delicioso-.

Le sonreí a manera de respuesta y di otros tragos a mi botella de agua.

-¿Te puedo preguntar algo Ade?- dijo mirando su botella.

-Claro que sí Adriana-. Le respondí con un tono maternal.

-Por lo que me has dicho y al estar en casa conmigo y con León tengo completamente entendido que no eres del todo feliz con tu matrimonio, pero, ¿por qué te casaste en primer lugar?- Preguntó evitando mi mirada.

-Bueno, linda, como muchas mujeres en mi situación, me casé muy joven, se me hizo fácil hacerlo, al principio fue mágico, por así decirlo, la familia de mi esposo siempre ha tenido empresas. Él era un junior, como mucha gente les dice, pero él sí supo invertir. Y precisamente fue eso lo que me hizo perder la cabeza, hacía muchos viajes a otros países y me llevaba con él, me encantaba estar en hoteles de lujo, que ahora ya no lo serían tanto jaja, recuerdo que una tele de veintiocho pulgadas era enorme y rara de encontrar, imagínate si la veías en un hotel, soy una mujer ochentera y noventera, recuerdo que teníamos celulares tabique y en esos tiempos teníamos dos líneas de teléfono cuando mucha gente ni siquiera sabía hacer el contrato telefónico. Me casé en el ochenta y siete, con diecisiete años precisamente,  y te estoy hablando de una época en la que muchas chicas soñábamos con tener una vida de telenovela, así que cuando mi esposo me conoció y me dijo de todas las cosas que tenía y hacía, no dudé en decirle que sí cuando me pidió matrimonio, pero lamentablemente no hubo final feliz. Poco a poco fueron creciendo las empresas y les dio más importancia-.

-Espero no ofenderte, pero, ¿por qué no te divorcias?-

-Es como si lo estuviera, linda;  podría decirte que únicamente estuve casada dos años. No me preocupa mucho el tema de la infidelidad, sé que él lo ha sido también. El divorcio llegará, estoy segura de eso, pero por ahora quiero sacar adelante mi boutique y estar financieramente estable, para que cuando me separe no tenga tantas preocupaciones-.

Me sonrió y se acercó a mí, me abrazó más o menos un minuto y después me susurró al oído:

-Me están dando ganas de orinar-.

La miré a los ojos y sonreí, le susurré que a mí también me estaban dando ganas.

Me tomo de nuevo de la mano y fuimos al baño del patio, me empujó de los hombros indicando que me bajara, así lo hice hasta recostarme, ella se acomodó y se recostó encima de mí, acercó su vagina a mi boca y comencé a lamerla instintivamente, ella me lamia también, rápidamente, sentí sus dedos separar mis labios inferiores, yo seguía lamiendo jugaba con sus labios moviéndolos con mi lengua de un  lado a otro. Después metí mi lengua suavemente, así lo hice por varios minutos, penetrando con mi lengua. Ella lamía mi clítoris, que ya estaba hinchado por tanta excitación. El suyo también lo estaba, pero yo lo masajeaba con mis dedos. Gemíamos como locas.

De pronto sentí unas gotas cálidas salpicando mi cabeza, oía el chorro golpear la espalda de Adriana. Era León, que había llegado y como estaba completamente desnudo no oímos sus pasos, más aun por los sonoros gemidos que hacíamos Adriana y yo. Con el rabillo del ojo vi como movía la cadera para mojarnos. Se movió para mojar mi cabello, después se movió hacia el frente de Adriana y le mojo la cabeza también. Con esa repentina lluvia, nos excitamos más y yo ya estaba al borde del orgasmo. Supe que Adriana también debido a la respiración cortada que ya tenía, no pude contenerme más, la sensación de orinar me ganó y solté un gran chorro de orines a la cara de Adriana, oí el gemido cortado por la orina al entrar en su boca. Ella también comenzó a orinar, me hizo voltear la cabeza por lo repentino y fuerte que era, pero de inmediato volví la cabeza para tomar su dorado líquido. Abrí mi boca y rápidamente comenzó a llenarse, el sabor amargo invadía mi boca, la orina se desparramaba ya de mi boca, la cerré un instante y toda mi cara quedó húmeda, iba sacando la orina poco a poco.

Adriana masajeaba mi vagina, salpicando mis piernas, pronto iba disminuyendo la intensidad, logré oírla decir: “Aprieta más”. Después volvió a lamerme y yo apretaba mis esfínteres para que saliera hasta la última gota de orina. Ella también lo hacía ya que los cortos chorros de orina así lo indicaban.

-Recuéstense en el piso—Dijo León y ambas obedecimos, Adriana se bajó de encima de mí y yo acerqué mis manos a mi cara cuando vi a León apuntando con su pene hacia mi cara. Salió la orina que había contenido y cerré mis ojos, sentía ese tibio golpe mojar toda mi cara, después dejé de sentirlo, lo miré arqueando el pene para apuntar a Adriana, ella abría la boca para que entrara. Las pequeñas gotas que golpeaban y rebotaban en su cara me golpeaban a mí también.

Terminó de orinar y se acercó al dildo y lo levantó, nos dijo que no pusiéramos en posición de perrito, así lo hicimos, movió a Adriana para que quedara detrás de mí, sentí entrar el dildo y también se lo metió a Adriana, comenzamos a balancearnos para que entrara cada vez más, mientras León acariciaba nuestros culos con cada mano.

Dejó de hacer y se acercó a mí, se hincó y puso su pene cerca de mi boca, comencé a mamárselo, llevaba un buen ritmo, cuando me balanceaba para enfrente le comía todo el pene y cuando lo hacía para atrás lo succionaba. También lo lamía y jugaba con él mientras lo tenía dentro de mi boca. De pronto sentí como movía la cadera Adriana, de una manera que hacía que el dildo se moviera de una manera sensacional. León se alejó y volvió a orinarme en la cara, pero esta vez con una cantidad menor.

De nuevo se puso entre las dos y con sus manos nos indicó que nos detuviéramos. Después nos dijo que nos juntáramos lo más que pudiéramos. Lo hicimos y sentía como la cabeza del dildo tocaba y abría mi cérvix, también sentía las nalgas de Adriana tocando las mías.

Adriana volvió a mover las caderas cosa que me hizo llegar al orgasmo, abrí completamente los ojos y solté un grito de satisfacción.

Sentí otras gotas tibias en mis nalgas, pero su consistencia no era del todo líquida, era el semen de León, una de sus gotas cayó justo en mi raya y la sentía escurrir poco a poco por ella. A Adriana también le había echado su semen.

Al final sentí cómo Adriana se jalaba, de nuevo apreté las paredes vaginales para que no saliera completamente el dildo al ser jalado por Adriana.

Tomé el dildo y lo jalé suavemente, al final salió y lo dejé caer en el mosaico. Me levanté y Adriana se acercó para besarme una última vez, besó a León y después indicó a León que me besara.

Terminamos de lavar el piso y después fuimos a ducharnos todos juntos de nuevo, y en la noche fuimos a cenar a un hermoso restaurante como despedida ya que al día siguiente debía volver a casa.

Gracias por leer mi relato, espero lo hayan disfrutado.

Gotas de lluvia.

El tema no había llamado mi atención, sinceramente lo consideraba sucio y bajo. Pero también debo admitir que me atraía mucho ver videos acerca del tema, me he dado cuenta que los que gustan mucho de esta actividad son los alemanes, ya que la gran mayoría de estos videos son de ese país.

Vi muchos videos y al final ya no lo consideraba sucio ni bajo y al fin me decidí a realizar esa fantasía que no salía de mi mente. Entré a varios foros, mucha gente tenía buenas intenciones pero lamentablemente muchas personas eran de otros países y por razones obvias no me aventuraría a ir a un país desconocido sola. Dejé un mensaje en un último foro especificando mi fantasía y buscando gente de mi país.

Varios días después revisé mi correo y había sólo un mensaje nuevo. Se presentaban como una pareja seria, con experiencia en el tema y lo mejor, de mi país, de uno de los estados vecinos. No podía creerlo, de inmediato respondí explicando mi seriedad ante el tema ya que en su mensaje habían aclarado que debía estar ciento por ciento segura de mi misma.

Respondieron con mucha educación, me explicaron los cuidados que hay que tener y los riesgos que implica esta actividad, al comprenderlo les respondí para acordar una fecha. Tendría tiempo un mes después de este intercambio de correos y ellos me dijeron que con todo gusto esperarían mi llegada, me sugirieron enviarnos fotos por correo, pero me negué explicando que la sorpresa sería aun mejor para todos nosotros.

El día se acercaba y cada vez me encontraba más nerviosa, veía más videos, leía y volvía a leer los correos que me habían mandado Adriana* y León*.

Una semana antes de la fecha volvimos a escribirnos, dando fecha y lugar exactos.

Al final llegó la fecha esperada, debó aclarar en este punto que soy casada, pero debido a que mi esposo viaja mucho dentro y fuera del país, aprovecho las oportunidades para darme una escapada también. Escribimos un último correo, yo explicando cómo iría vestida y la hora aproximada de mi llegada y ellos diciéndome que tendrían un cartel con mi nombre en la central de autobuses para poder reconocerlos.

Me vestí completamente de blanco, ya que es mi color favorito, me puse ropa interior de encaje, una blusa semi-transparente, un saco sastre, mini falda, medias y zapatillas abiertas. Jorge, mi chofer, me llevó rápidamente a la central de autobuses, compré mi boleto mientras Jorge estacionaba el carro. Minutos después llegó con mi equipaje y ya en el andén donde se encontraba mi autobús, esperó a que abordara, metió mi maleta y se despidió mientras el autobús se alejaba.

El viaje duró más o menos una hora, debido al tránsito al salir de mi ciudad y lo mismo al llegar a la otra ciudad. Al fin en la central, bajé del autobús, recogí mi maleta y en la sala de espera me quedé de pie buscando a Adriana y León. No pasaron muchos minutos cuando logré divisar una pancarta verde fosforescente con mi nombre en letras muy grandes, me acerqué, Adriana volteó a verme y me saludó de lejos. Eran una pareja atractiva, ella un poco bajita pero con una hermosa figura, llevaba ropa deportiva, un top azul, pants negros, tan pegados que podías notar muy bien la silueta de sus piernas y su trasero, terminaban debajo de su rodilla y se notaban sus fuertes pantorrillas y tenis blancos. Con ojos claros, eran un tono azul grisáceo, cambiando de tono con la luz. Morena y de cabello lacio semi-largo que llegaba un poco más debajo de los hombros.

Él también tenía complexión atlética, vestía una playera blanca sin ningún estampado, jeans azul claro y tenis azules. Más alto que nosotras, te tez clara, ojos café oscuro y rapado completamente. Se presentaron muy amablemente, él tenía veintisiete años y ella veinticuatro.

Me dio un poco de pena ya que ahí hacía un poco más de calor que en casa y yo venía vestida como para un negocio. Nos reímos un rato y nos dirigimos a su carro mientras León amablemente cargaba mi maleta.

En el camino a su casa me explicaban a que se dedicaban y me dieron una botella grande de agua, Adriana sonrió y me dijo en un tono jocoso que era para prepararme, después me explicó  que procurara terminarla en el transcurso a su casa, ellos también estaban tomando agua.

-León y yo invertimos en un gimnasio hace tres años, fue una inversión arriesgada realmente, pero afortunadamente salió a flote y ahora ya tenemos dos. Toda la semana tendremos remodelaciones pequeñas y por eso vamos a cerrar momentáneamente, cuando vimos tu mensaje en el foro, aprovechamos esta oportunidad para satisfacer nuestro gusto por las lluvias doradas. Como muchas fantasías, ésta es difícil de cumplir debido al pensamiento cerrado de mucha gente-.

-Así es-. Respondió León mirándome por el retrovisor por un momento. -Adriana y yo realmente no lo practicamos mucho, pero lo tomamos en serio cuando decidimos hacerlo, creo que pudiste darte cuenta cuando te enviamos toda la información de riesgos y cuidados, ante todo está nuestra salud y si algún día nos llegara a pasar algo por nuestra práctica, dejaremos de hacerlo por un largo periodo de tiempo, incluso dejaríamos de hacerlo definitivamente, es lo que Adriana y yo acordamos, afortunadamente nada ha pasado aun-. Volvió a ver por el retrovisor y sonrió.

Llegamos a un fraccionamiento privado, su casa se encontraba casi al fondo de una calle cerrada, las casas eran hermosas con un toque tradicional, algunas con portones rústicos, decoraciones con piedra de río, colores claros. La casa de Adriana y León no era muy diferente, con un portón color cobre, fachada blanca y una pequeña terraza arriba del portón.

León lo abrió con el botón del control remoto y lentamente entramos a su casa.

Estaba muy nerviosa, pero feliz. Me invitaron a pasar, entramos por la cocina, donde Adriana sacó una jarra de jugo de limón del refrigerador, y me invitó a salir a otra terraza que había pasando su comedor. León subió a dejar mi maleta en la que sería mi habitación, después me indicaría donde estaba. Adriana estaba más feliz que yo.

-Adela, a que te dedicas… Ay perdón, si puedo tutearte, ¿verdad?-

-Claro que sí, jaja, creo que ahora ya estamos en una confianza muy intima. Soy ama de casa, pero no la típica, mi esposo es empresario, y debido a su trabajo viaja mucho, puedo afirmar que si nos vemos una semana completa al año es mucho tiempo, ya pasé la fase depresiva y acepté la realidad, sé que mi matrimonio es una farsa, pero mientras a él siga sin importarle, yo seguiré con mis “distracciones”-. Dije y tomé un sorbo del jugo de limón que me había servido Adriana.

León bajó y me sirvió más jugo aunque aun yo no lo terminaba, le sirvió también a Adriana y se sirvió él también.

-Propongo un brindis: Por Adela, espero que esta experiencia sea de tu agrado y que este sea el comienzo de una linda amistad.- Dijo mientras levantaba su vaso y nosotras chocábamos los nuestros con el suyo. -¡Salud!- Dijimos todos al unísono.

Después de beber nuestros jugos, me llevaron afuera en el patio el cual era hermoso, con un jardín grande, caminamos hasta el fondo y ahí había un patio no muy grande, con mosaicos azul cielo, parecía un baño al aire libre y Adriana no tardó en confirmarlo.

-Este es nuestro baño cuando hacemos nuestras lluvias doradas, no te preocupes, lo lavamos muy bien cuando terminamos, además al estar al aire libre, la propagación de bacterias es prácticamente nula-.

-¿Notaste cuando llegamos que hay dos terrenos baldíos a los lados de la casa?, son nuestros, le dije a Adriana que los compraríamos para hacer mas privadas nuestras sesiones y la verdadera razón por la cual compramos la casa fue ésta.- Abrió una puerta que estaba escondida ya que parecía una decoración más de la pared. Me mostró una barranca que era el límte de el fraccionamiento con el resto de la ciudad.

Ya bastante aliviada al saber lo precautorios que ellos habían sido, dije la palabra mágica:

-Tengo ganas de orinar-. Con una pequeña sonrisa miré a ambos un poco avergonzada.

-Adelante Ade, el suelo es todo tuyo-. Dijo Adriana sonriendo y mostrándome la parte donde parecía una pequeña piscina. Había una alcantarilla en el centro y el suelo se hundía hacía el centro.

-¿Podrías hacerlo con la ropa puesta?- Preguntó León.

-Bueno… Sí-. Respondí nerviosa y me puse en cuclillas, subí un poco mi falda y me relajé para comenzar a orinar.

Mientras lo hacía Adriana dijo a León:

-Mmh… ¿Ya viste como se va transparentando su pantaleta?- León asintió con la cabeza sonriendo. Adriana se acercó a mí y comenzó a acariciar mi cabello. El vapor y olor a orina impregnaba el ambiente, yo temblaba por lo nerviosa que estaba, pero al fin estaba haciendo realidad mi fantasía.

Me levanté y Adriana quitó mi saco, bromeando me dijo que hacía mucho calor para usarlo, se lo llevó a la casa y regresó con otra jarra de agua, pero estaba preparada para hacer margaritas. León sacó una mesa plegable y colocaron ahí la jarra y los vasos.

Los vasos eran más grandes que los anteriores y volvimos a brindar. Adriana se acercó a mí y me susurró al oído:

-Sabes, otra de mis fantasías es hacerlo con una mujer mayor-. Voltee a verla a los ojos y ella sonreía, y casi de inmediato me besó en la boca apasionadamente. Ya había besado a otras mujeres pero la sensación siempre es la misma, un gran placer al sentir nuestras lenguas empujarse y jugando entre ellas. Comenzó a tocar mis senos y dejó de besarme. –MMH… me gustan así, grandecitos-. Apretó mi seno derecho y volvió a besarme.

León Ya tenía los pantalones fuera, jugaba con su miembro y después de tomar otro trago a su vaso se acercó y suavemente tiró de mis brazos indicando que me pusiera en cuclillas de nuevo. Así lo hice, miraba de cerca su miembro siendo manipulado por sus grandes manos, mientras Adriana bajaba su pants y dejaba relucir su hermoso trasero, traía hilo dental del cual se deshizo rápidamente.

-Ahora nos toca a nosotros-. Comenzó a orinar y el chorro alcanzó mi cabeza, mojando poco a poco mi cabello, el color rubio comenzó a opacarse poco a poco, sentía el tibio liquido bajar por mi cara, el olor a amoniaco comenzaba a sentirse cada vez más fuerte. Voltee un poco hacia abajo, mi blusa iba trazando los hilos de orina que bajaban hacia mi torso.

La rociada de León duró al menos un minuto, sacudió su pene y detrás de la mesa había una llave de agua con una jabonera al lado, se lavó las manos y volvió a servirse más margarita. Mientras tanto Adriana arqueó las piernas y separó sus labios vaginales, su chorro comenzó a salir con un pequeño seseo, me pegaba en los senos, mi blusa se transparentó casi completamente en esa zona, mi sostén comenzó a teñirse de un tono amarillo mientras los chorros escurrían hacia mi abdomen. Un pequeño charco se formó en mi falda, el cual iba filtrándose poco a poco. Me senté con las piernas juntas y dobladas para que su chorro cayera en cara también, era inevitable que algunas gotas, o mejor dicho, chorritos entraran a mi boca, probaba el amargo sabor de la orina y me excitaba cada vez mas.

De nuevo sentí necesidad de orinar y sin dudarlo, esta vez me levanté un poco, dejando que el chorro de Adriana mojara mis piernas, mi medias se transparentaban  al contacto de la orina, bajé mi falda y mi pantaleta y esta vez, de pie sin siquiera arquear las piernas volví a orinar. L chorro mojaba mis pies al contacto con el piso, movía los dedos para sentir como entraba la orina entre ellos. León se acerco y comenzó a desabrochar mi blusa, después mi sosten y así, salvo por mis medias y zapatillas, ahora estaba desnuda. Adriana se quitó su top y sus firmes y hermosos senos hicieron acto de presencia. Tenía unos pezones pequeños y no tan oscuros, me acerqué lentamente y me incliné para besarlos, mientras León acariciaba mis grandes senos y pellizcaba un poco mis pezones, que ya estaban erectos. Sentí su pene un poco fláccido pero caliente entre mis nalgas. De nuevo me avisó León para orinarme, esta vez, sin pensarlo me recosté en el piso. Vi de nuevo el pene sacando el chorro y sentía como golpeaba y mojaba mi abdomen, un charquito se formó en mi ombligo, después, León movió su pene y me mojó los pechos, pequeñas gotas sacudían mi cara, mi maquillaje ya estaba corrido de tanta orina. Después volvió a mover su pene y ahora mojó parte de mi vagina y siguió para mojar mis piernas, las medias completamente transparentes no se hacían notar salvo por la liga en mis muslos. Mientras tanto, Adriana se había ido a tomar más tragos de margarita, regresó, se hincó frente a mí, me incorporé un poco y como si de una madre se tratara, me dio a beber un gran trago de margarita.

Mientras esperábamos para que nuestras vejigas se llenaran de nuevo, León me recostó de nuevo, se recostó también detrás de mí, levantó una de mis piernas y comenzó a penetrarme. Lentamente primero, su pene grueso y duro entró fácilmente debido a la humedad. Comenzó a bombear suavemente. Yo gemía de gusto, y Adriana nos contemplaba con una sonrisa recostada frente de nosotros. Estiré los brazos con un poco de fuerza, para alcanzar su cara e indicarle que se acercara para besarnos. León tomó mis senos y comenzó a masajearlos, los apretaba suavemente. Adriana ya estaba cerca de mí y comenzamos a besarnos, león bombeaba cada vez más rápido, al sentir cada envestida yo gemía, lo hacía mientras besaba a Adriana y mis gemidos se ahogaban en su boca y Adriana también gemía al escucharme. León comenzó a bombear cada vez menos, pero más fuerte. Al fin dio una última envestida, dejó su pene adentro unos momentos y después se incorporó.

De pie comenzó a orinarnos con su pene erecto, el chorro salía cual fuente de plaza, maniobraba su pene y lograba mojar más a Adriana que a mí. Sentía las gotitas salpicar mi cuerpo. Adriana y yo nos incorporamos y fuimos a lavarnos las manos, mientras estaba inclinada en la llave de agua, ambos manoseaban mis nalgas, y me metían dedo.

Nos propusimos tomar de fondo un vaso lleno de margarita cada quien al mismo tiempo, para amenizar más nuestra experiencia. Antes de terminar el mío, hice una señal a León con mi dedo para que se acercara, aun con margarita en mi boca, me hinqué frente a él y comencé a mamar su pene que aún estaba erecto. Lo movía con mi boca, mientras poco a poco iba tragando la margarita. Después de un momento en mi boca solo había ese trozo de carne palpitante y caliente, jugaba con su punta con mi lengua, succionaba para intentar sacar la orina de él.

Poco después sentí el viscoso líquido disparar en mi boca, llego casi hasta atrás de ella, miré hacia arriba, saqué el pene de mi boca y sonreí.

Adriana se masturbaba observándonos. En el “baño” había una pequeña banca, León me llevó y nos colocamos junto a ella. Me recosté frente a ella, León me tomó de la cadera y suavemente me levantó un poco, Adriana llegó rápidamente con una toalla y la colocó debajo de mí. León entonces me colocó con mucho cuidado, solo mis hombros tocaban el piso, inclinó mi piernas hacia adelante, abriéndose completamente, Adriana me tomó de los tobillos, desabrochó mis zapatillas, y las dejó caer a un lado, ella comenzó a lamer mis pies y piernas, mientras león comenzó a penetrarme de arriba abajo. Adriana se puso de rodillas y pude ver su hermosa vagina de cerca. León penetraba con fuerza, lentamente. Minutos después tomó su pene firmemente y lo dejó dentro de mí. Comencé a sentir un líquido tibio dentro, estaba orinando dentro de mí, iba sacando lentamente el pene y comenzó a oírse la orina llenando mi cavidad. Inesperadamente Adriana comenzó a orinar también, llenaba mi cara con su tibio líquido, instintivamente abrí la boca para que también se llenara de la orina de Adriana.

Tanta orina era que mi boca se llenó rápidamente, toda la demás orina se desparramaba de mi boca, incluso llegó a entrar un poco en mi nariz. Abrí mis labios inferiores para que la orina de León se desparramara también de mi vagina. Minutos después me incorporé, pasé la orina de mi boca a Adriana con un delicioso beso. Mientras la orina de León salía a chorros de mi vagina.

León e tomó por detrás y con sus fuertes brazos tomó mis piernas, me levantó, Adriana se incorporó también, león le hizo ademán a Adriana para que mis piernas descansaran en sus hombros, ella se colocó muy cerca de mí, mi piernas estaban en sus hombros. Entonces León me penetró de nuevo, me subía y baja con sus brazos mientras él bombeaba. Adriana estaba muy quieta, peor logró mover sus brazos hasta alcanzar mi vagina, empezó a acariciarla y a frotar mi clítoris mientras León seguía bombeando.

Era una sensación extraordinaria, después de unos minutos, gracias a la estimulación de Adriana y a las fuertes envestidas de León, comencé a sentir uno de mis mejores orgasmos hasta la fecha, las ganas de orinar que sentía me hicieron llegar más rápido al orgasmo. Al fin me relajé y comencé a orinar mientras León aun me penetraba, la orina pegaba en el abdomen de Adriana y ella empezó a tapar mi vagina con su mano, sintiendo mi chorro, salieron varios mas y al final toda la orina había salido.

León dio las últimas envestidas, todos nos relajamos, el aún con su pene dentro de mí y Adriana besando y lamiendo mis piernas.

Nos incorporamos, todos nos besamos y tomamos lo último que quedaba de las margaritas. Después entramos a la casa, León me acompañó a mi habitación mientras Adriana nos esperaba en el baño. Me quité mis empapadas medias, me puse mis sandalias y bajamos a bañarnos todos juntos. Aun durante la ducha todos nos orinamos entre sí de nuevo, pero ahora con la regadera todo se iba rápidamente.

Terminamos de ducharnos y así, desnudos disfrutamos de una rica comida en la pequeña terraza de la casa, donde aún estaba la jarra de jugo de limón.

lunes, 9 de septiembre de 2013

La oficina de Jennifer


Había recibido una llamada de Jennifer, mi amiga que me convenció de ir a clases de inglés. Me dijo que tenía algo que mostrarme e hicimos cita para el día siguiente.

A la mañana siguiente llegó temprano a mi casa, y desayunamos con algo de calma. Lo que llamó mi atención fue que había venido en pijama y yo también lo estaba.

-¿Has oído hablar de los juegos de rol?- dijo de pronto.

-Sí, yo los he hecho alguna vez, ¿por qué lo preguntas?

-Bueno, hoy vamos a hacer eso, así que yo creo que mejor nos vamos en cuanto terminemos de desayunar. Me guiñó el ojo y terminamos de desayunar sin hablar mucho.

Salimos de inmediato, ni siquiera me dejó ponerme algo decente para ir a donde tenía que llevarme. Después de media hora más o menos llegamos a una parte céntrica de la ciudad donde había muchos edificios y entró al estacionamiento de uno.

-Estás loquita si crees que voy a salir del carro en pijama.

-No te preocupes, por allá está el elevador que nos lleva directo al piso donde tengo mi nueva oficina.

-Hablando de eso… ¿para  qué compraste una oficina?

-Ya te lo dije, para venir a jugar.

Sonrió con un poco de malicia y bajamos del carro, yo caminaba con prisa para evitar  que alguien me mirara, pero Jennifer caminaba normalmente. Entramos al elevador y llegamos al tercer piso, admito que estaba algo nerviosa al no saber los detalles del plan de Jennifer. Al fin llegamos al tercer piso del edificio, miré el pasillo y suspiré con alivio al ver que varias puertas, de lo que asumo eran otras oficinas, estaban cerradas, sólo dos estaban cerradas y las personas que estaban dentro no se veían por ninguna parte, sólo se oían sus murmullos.

Me señaló la puerta al final del pasillo. Metió su llave y abrió la puerta, al entrar había otra puerta, era corrediza de vidrio. Estaba oscuro, prendió las luces y me mostró la pequeña sala.

-El edificio es nuevo, bueno sólo entre comillas, derrumbaron los interiores y dejaron la estructura, al ver el anuncio en internet no pude dejar pasar la oportunidad. Después mi primo me ayudó a diseñar la oficina, le mencioné que quería poner material aislante de ruidos y me recomendó el que se usa en cines, que además de hacer eso también era retardante de fuego y térmico. Así que no se construyó prácticamente nada, sólo se armó la nueva estructura, todo el trabajo se terminó en poco más de un mes. Para aislar el ruido de la puerta me aconsejó poner esa puerta corrediza de vidrio un poco grueso, cuando alguien está afuera, no se oye nada de lo que pasa aquí dentro. Las ventanas son también del mismo grosor que el vidrio de la puerta.

Sonreí y después entramos a la verdadera oficina, era más grande de lo que parecía, había dos pequeños escritorios en cada pared, un pequeño sillón cerca de la puerta y al final había otra puerta.  –Estos son los escritorios de mis secretarias, llegarán después. Ven, ahora sí, podremos vestirnos decentemente o incluso mejor-me invitó a pasar y noté que era otra oficina, un poco pequeña pero acogedora, en ella había también dos escritorios en cada pared.

-Escoge uno- dijo mientras hacía ademán con su brazo.

-Éste- dije y de inmediato me senté en la silla del escritorio de la izquierda.

-Bien, te dejo para que te cambies, en el closet de al lado está tu ropa, mientras voy a avisar al lobby que la oficina ya está abierta para las chicas, no tardo.

Sonreí de nuevo y en cuanto ella salió abrí el closet, en él había  un coordinado de saco, chaleco y falda grises en un gancho, en otro había una blusa rosa de manga larga. En un pequeño cajón estaba la ropa interior, un bra y pantaletas negras de encaje con detalles florales, un paquete de pantimedias grises y en el fondo un par de zapatos de tacón alto.

Me desnudé y guardé mi pijama en el pequeño cajón bien doblada, después de pensarlo un poco decidí con malicia ponerme las pantimedias primero. Me sen´te en la silla y comencé a ponerlas poco a poco con cuidado, primero con la pierna izquierda, subí la media hasta la rodilla, después con cuidado me puse la parte derecha, me levanté y comencé a subir el resto con movimientos circulares alrededor del panti, las estiré lo más que pude para evitar estár incómoda. Me puse la pantaleta después, la cual resbaló sin problema gracias a las medias. Me puse el bra y todo el coordinado rápidamente.

Más o menos diez minutos después regresó Jennifer. –Ya está… ¡ay, olvidé pedir el almuerzo!, ¿podrías hacerlo tú? Baja hasta el lobby y a mano derecha de los elevadores verás un pequeño restaurante, tiene carta así que no te preocupes, pide cuatro almuerzos, los que tú más gustes y diles que los traigan a la una.

Así lo hice, en el tiempo que me tomó bajar, hacer el pedido y regresar a la oficina, Jennifer ya estaba lista. Tenía un coordinado similar al mío, sólo que el de ella era color azul marino con blusa negra semitransparente, medias azul marino también y tacones negros.
Me indicó que en uno de los cajones del escritorio había maquillaje, un cepillo, un pequeño atomizador y una lata de spray para el cabello. Saqué todo y comencé a maquillarme, puse un poco de rubor a mis mejillas, delineé mis ojos un poco y me puse un poco de sombra. Procedí a peinarme, mientras Jennifer hacía lo mismo. Sus pómulos resaltaban muy coquetamente con el rubor que ella usó, sus ojos café claro resaltaban debido a la sombra oscura que se puso y su cabello negro brillaba gracias al spray, lo traía recogido en una cola de caballo. Su esbelta figura resaltaba gracias su ropa.

Ya listas, esperamos en la pequeña sala a que sus secretarias llegaran.

Veinte minutos después llego la primera, tocó la puerta y Jennifer la hizo pasar, nos presentó, ella se llamaba Mónica, traía un coordinado también, era rojo, con blusa blanca, minifalda, medias blancas y tacones rojos. Después fue a sentarse a su escritorio y sacó unos papeles para revisarlos. Su cabello era largo y castaño claro.

Al poco tiempo llegó la otra, al igual que a Mónica la hizo pasar y nos presentó, ella se llamaba Alexis, al igual que todas llevaba coordinado; de color negro con blusa blanca, minifalda y medias color natural brillantes, tacones negros. Su cabello no era tan largo como el de Mónica y era color castaño oscuro. También fue a su escritorio y al igual que Mónica se dispuso a revisar papeles.
Jennifer y yo entramos a la otra oficina y ya en privado le comenté: -¿No te parece que Mónica y Alexis tienen algo raro?

-¿A qué te refieres?

-Bueno… sus rasgos eran un poco diferentes, por así decirlo y su voz…

-¿Tú crees? A mí no me parece-. Me interrumpió antes de poder terminar la frase.

Antes de que pudiera decir algo más,  Jennifer sacó dos sobres de papel tamaño carta y me dio uno, me indicó que revisara los papeles que contenía. Así lo hice. Era un contrato de arrendamiento, pero al poco tiempo le dije a Jennifer que el escrito estaba lleno de errores ortográficos y de redacción.

Volteó a verme y entrecerró los ojos, salió de la oficina y llamó a Alexis. Al entrar ella con Alexis me pidió los papeles. –Tu captura está toda mal hecha, Alexis. Creí que tenías experiencia al contratarte-, Alexis bajó la cabeza pero no respondió, -¿Cuál es tu excusa?

-Lo siento señorita Jennifer, lo hice a última hora y como ya quería irme no lo revisé- dijo con voz baja.

-Ya veo, así que salir a divertirte es más importante que tu trabajo.

Alexis negó con la cabeza. –Lo siento señorita, volveré a capturarlo.

-No hace falta, tú sabes que yo castigo cualquier error-. Después de decir eso, Jennifer agarró del brazo a Alexis y la reclinó sobre el escritorio, mostrando el trasero. Acto seguido Jennifer la nalgueó algo fuerte, el chasquido que produjeron sus nalgas sonó un poco fuerte.

Después de eso, Jennifer dejó salir a Alexis. Miré a Jennifer con mis ojos abiertos como platos y ella sólo se limitó a sonreír.

Pasó media hora sin novedades, la hora del almuerzo aún se veía lejana. Mientras leíamos otros escritos oímos que tocaban nuestra puerta. Nos miramos una a la otra y alzamos los hombros en duda. Jennifer abrió la puerta y eran las chicas, Mónica estiró su brazo e hizo retroceder a Jennifer empujándola hacia la pared. Me levanté de inmediato, no sabía qué estaba pasando, si eso era parte del juego o no. Voltee a ver a Alexis que estaba cerrando la puerta y ella al verme negó con la cabeza, indicándome que todo estaba bien.

-Ya estamos hartas, señorita Jennifer, no toleraré un maltrato más-. Dijo Mónica mientras tomaba a Jennifer de los hombros y la hacía girar, dándonos la espalda.  La inclinó y le torció ambos brazos hacia la espalda, sometiéndola por completo. Mientras acomodaba los brazos de Jennifer en una de sus manos. Con la otra comenzó a tocarle su trasero, que al estar inclinada, hacía que la falda se estirara mucho.

Intenté moverme para evitar algo peor, pero Alexis colocó su brazo rápidamente frente a mí, impidiéndome el paso, choqué con su brazo y noté que tenía mucha fuerza, demasiada diría yo, para una mujer de su talla. De nuevo volteó a verme y negó con la cabeza, tenía su mirada relajada, así que me limité a estar de pie detrás de su brazo.

Mónica seguía tocando a Jennifer, que gemía y le decía con voz fuerte que la soltara, pero Mónica la tenía completamente sometida, había subido la falda de Jennifer y ahora tenía acceso a sus nalgas, que estaban enfundadas en sus pantimedias.
-¡Suéltame ya!, ¡te voy a denunciar!

-¿Es que nunca deja de cacarear?- Dijo Mónica mientras con un movimiento preciso golpeó la parte trasera de la rodilla de Jennifer con su rodilla, haciendo caer a Jennifer de rodillas. Mónica la hizo retroceder un poco, se acomodó frente a Jennifer y acto seguido subió su minifalda y bajó sus pantimedias. No pude creer lo que veía. ¡Mónica tenía pene! Ahogué un grito al verlo.

Después comenzó a meterlo en la boca de Jennifer, la cual sólo gemía con ese pene erecto entrando en su boca. Mónica movía su cadera para meterlo más profundo, mientras Jennifer seguía gimiendo ahogadamente.

De pronto, Mónica volteó a vernos a Alexis y a mí e hizo un gesto con la mano, a lo cual Alexis me tomo de los hombros, me indicó con la mirada que me sentara y así lo hice, empujó la silla y me colocó casi en medio de la oficina. Mónica gemía de placer, ahora, desde donde estaba colocada, podía ver que Jennifer estaba mamando el pene de Mónica por cuenta propia. Movía su cabeza lentamente las chupadas comenzaban a sonar fuertemente, abría la boca y lamía el miembro erecto de Mónica. Momentos después Mónica separó la cabeza de Jennifer y eyaculó en su cara, los chorros intermitentes de semen, de los cuales el primero soltó la mayor cantidad, golpeó uno de los ojos de Jennifer, otro sus pómulos y uno más cayó en su cabello.

Mónica tomó su pene y lo golpeó en la cara de Jennifer. –Ahora nos van a complacer ambas a nosotras- dijo mientras le quitaba la ropa a Jennifer, que estaba aún de rodillas sin hacer nada. Mónica se quitó la ropa y pude ver que en realidad era hombre travesti. Mónica le hizo un gesto con la cabeza a Alexis, la cual comenzó a acariciarme.

Lo hizo sin pensar ya que de inmediato comenzó a acariciar mis senos, debo admitir que estar en una situación así hizo que me excitara, bajé la cabeza y miraba las manos de Alexis apretar y acariciar mis senos en círculos, tratando de abarcar mis senos con toda la manos.

Mientras Alexis me tocaba, Mónica ya tenía a Jennifer sometida de nuevo, la había inclinado y la tenía de cara al suelo, los brazos en la espalda de nuevo, el trasero al aire, la nalgueó varias veces. Después le indicó que no se moviera, salió a la otra oficina y volvió con un cable de internet, con el cual le amarró las manos detrás de la espalda. Le quitó la falda y después desgarró sus pantimedias, no se había puesto pantaletas y su sexo, ahora expuesto mostraba signos de excitación.

De inmediato Mónica bajó un poco más sus medias y comenzó a penetrar a Jennifer, lo hizo lentamente, oí gemir a Jennifer y al oír un gemido más fuerte supuse que la punta del pene de Mónica había llegado a lo más profundo de su vagina. Acto seguido Mónica comenzó a bombear lentamente. Sacó todo el pene y volvió a penetrar, esta vez lo hizo rápidamente a lo que Jennifer volvió a gemir sonoramente, después Mónica comenzó a bombear a un paso regular. Comenzó a hacerlo más rápido, el sonido de su vientre chocando con las nalgas de Jennifer me hizo mojarme un poco más. Después le dio varias nalgadas, a lo cual Jennifer dio protestó con gemidos más sonoros.

Mientras, Alexis ya tenía acceso a mis senos desnudos, había desabrochado mi saco, chaleco y blusa y había bajado mi bra, apretaba mis pezones delicadamente, los sobaba, al hacerlo, de inmediato se pusieron duros. Alexis comenzó a quitarme la ropa, poco a poco cada prenda caía a un lado de la silla donde estaba yo sentada.

Ya con el torso desnudo, Alexis se puso frente a mí, beso la parte superior de mis senos, y después chupó mis pezones. Los gemidos de Jennifer eran cada vez más fuertes, Mientras Alexis me bajaba la falda y después las pantaletas. Ella se bajó la falda también y pude ver que también tenía pene, muy erecto y con pequeñas manchas de humedad en sus pantimedias. Se las bajó un poco y comenzó a restregar su pene en mi sexo enfundado. Sentía su calor, el líquido pre seminal que mojaba mis pantimedias. Daba pequeños golpes en mis muslos.

Después se inclinó un poco y me susurró: -Vamos al escritorio, señorita Adela-, y me hizo ademán de abrazarla. Así lo hice y ella me tomó de los muslos; a pesar de su delgada figura, tenía brazos fuertes y pudo cargarme sin problema hasta el escritorio. Permanecí sentada mientras Alexis quitaba la pantalla de la computadora y después tiraba los papeles de encima.

Se acercó a mí de nuevo y comenzó a besar mis piernas, las lamía desde mis muslos, acariciaba de arriba abajo. Al fin me abrió las piernas y rasgó mis pantimedias, los hizo de una manera poco común, siguió rasgando el panti hasta que  desaparecerlo prácticamente, sólo quedo el resorte en mi cadera; ya no eran pantimedias.

Tomó mis piernas de nuevo y las puso sobre sus hombros, mientras subía sus pantimedias, pero también las rasgó de tal manera que dejó libre su miembro erecto. Estaba casi morado de tanta sangre y después lo hizo, me penetró lentamente, y comenzó a bombear. Seguía oyendo los gemidos de Jennifer y esta vez los mío se unían a los suyos.

Cada bombeo hacía llegar más profundo su pene, hasta el punto que comencé a sentir cómo su glande besaba mi cérvix. Al hacerlo, comencé a gemir más fuerte y a estirar cada músculo de mi cuerpo.

Alexis me miraba fijamente, yo le correspondía la mirada pero también observaba mi alrededor con ese pequeño bamboleo que causaba cada una de sus embestidas. Estaba completamente a su merced. Comenzó a apretar mis senos, pellizcaba mis pezones a lo que yo gemía cada vez más fuerte. Embestía más rápido y más fuerte, yo comenzaba a perder el sentido del tiempo, no podía más que hacer puños con mis manos. Después disminuyó le bombeo, al mismo tiempo separó un poco mis piernas de sus hombros y quitó mis tacones. Al hacerlo instintivamente los puse sobre sus clavículas, intentaba empujarla, pero se dio cuenta y comenzó a echar todo el peso de su cuerpo sobre mí. Inmediatamente comenzó a bombear de nuevo. Agarraba mis piernas para impulsarse, los besos de su glande a mi cérvix eran muy placenteros.

Pude ver por unos momentos cómo Mónica tenía a Jennifer de pie, ella seguía con los brazos atados en la espalda, mientras Mónica le agarraba un hombro y la pierna izquierda que tenía levantada. Estaban frente a frente, Mónica bombeaba y hacía dar pequeños saltos a Jennifer, gracias a la altura de Mónica y a la altura añadida por sus tacones, después de varias embestidas el zapato de Jennifer cayó al suelo y ella movía el pie inconscientemente en círculos, también estiraba y apretaba sus enfundados pies.

Mientras, Alexis seguía penetrándome, pero ya sus embestidas habían disminuido de fuerza, de pronto la oí gruñir un poco y de inmediato sacó su pene, lo dirigió a mi pierna derecha y comenzó a eyacular. Su semen caliente caía y mojaba lo que ahora eran medias y no pantimedias.

Vi sus gestos y después se alejó un poco de mí. Estaba un poco decepcionada, Alexis llegó a su clímax, pero a mí me hacía falta todavía más para poder disfrutar de esa hermosa sensación. Mónica se detuvo al ver a Alexis alejarse, se alejó de Jennifer también, pero después la volteó y le desató las manos, la agarró de un brazo y la llevó a la otra oficina. Alexis hizo lo mismo conmigo, y nos fuimos a sentar al sillón, donde Mónica y Jennifer ya se estaban poniendo en posición.

Jennifer estaba un poco recostada en el sillón, con las abiertas y Mónica se disponía a penetrarla. Alexis en cambio, se sentó y se colocaba un condón, después me hizo ademán con las manos para sentarme en su pene.

Así lo hice, teniendo cuidado de no estorbar a Mónica y Jennifer, lo hice de dando la espalda a Alexis, quien me ayudó a mantener el equilibrio, al fin pude acomodarme, tenía los pies un poco en la orilla, apretándolos para intentar sujetar la orilla del sillón con mis dedos, puse mis manos en los muslos de Alexis, sintiendo la suave tela de sus medias. Me senté poco a poco, sintiendo ese pene caliente y palpitante entrar. Comencé a moverme de arriba abajo, primero lentamente, acostumbrándome de nuevo a tener ese pene dentro de mí. Volteé a ver a Jennifer y Mónica. Jennifer se agarraba del respaldo como podía, Mónica se acomodó de tal manera que tenía la pierna izquierda apoyada en el piso y la derecha arriba en el sillón. Movía sus caderas penetrando a Jennifer, quien sólo gemía.

Sin darme cuenta, ya había aumentado mi ritmo, subía y bajaba mi culo y Alexis intentaba seguirme el ritmo, mientras yo subía, ella intentaba bajar y cuando yo bajaba ella subía su cadera permitiendo a su pene besar mi cérvix de nuevo. Así estuvimos varios minutos, y gracias a esa posición pude tener el control. Sentía muy rico cuando Alexis encajaba su pene, me incorporé un poco, hice mi espalda para atrás e inconscientemente movía mis caderas en forma circular, haciendo que el pene de Alexis estimulara más mi cérvix.
Gracias a ese movimiento al fin podía sentir que el gran momento se acercaba, movía mi cadera intermitentemente, subía y bajaba y cuando sentía el pene de Alexis en lo más profundo, movía mi cadera circularmente. Mientras, Mónica abría más las piernas de Jennifer agarrándolas por los tobillos.

Al fin el momento esperado había llegado. De tanto moverme, había logrado estimularme lo suficiente. Comencé a bajar mi ritmo, esa sensación como de orinar me invadía, pero no era orina, de nuevo me incliné y puse las manos en las piernas de Alexis, las apreté y mis uñas le rasgaron un poco las medias. Me seguía moviendo poco a poco. Al fin el orgasmo había llegado, apreté más mis dedos tanto de las manos como de los pies, gemí fuerte y solté un pequeño grito. Mónica y Jennifer voltearon a verme y sonrieron. Quedé sentada en el regazo de Alexis, quien comenzó a acariciar mi cuerpo.

-¿Te gustó esta experiencia, Adelita?- dijo Jennifer de pronto, que ya se estaba incorporando de nuevo.
Suspiré y comencé a tomar aire de nuevo. –Sí…- Fue lo único que pude decir.

-Qué bueno, espero que mis sumisos, a quienes me costó trabajo de convencer para que nos dominaran hoy, te hayan complacido.
-Bueno… Aún me falta probar a Mónica.

Mientras decía eso, Mónica sonreía. Alexis soltó una pequeña risa.

-Y lo harás querida, por ahora ya es casi hora de almorzar, debemos recuperar fuerza para la tarde. Te apuesto a que no abres la puerta así como estás cuando traigan el almuerzo.

-¿Qué ofreces?- Le respondí con una enorme sonrisa mientras me levantaba y subía las medias rotas hasta mis muslos.

martes, 20 de agosto de 2013

Mis travesuras.



Comencé a hacer esto dos años después de mi matrimonio ya que desde el principio me aburrí de la vida rutinaria. 

Ya que me encanta comprar ropa tengo muchísima de sobra. Un día estaba aburrida, recién comenzaba mi día y decidí ir a un centro comercial para ver las ofertas de verano. Me puse un vestido floral de una pieza debido al calor y sandalias con suela de corcho de correas azules.

Admito que desde la mañana amanecí un poco cachonda y todo el día estuve soñando despierta. Cada que veía una persona atractiva me la imaginaba tomándome a la fuerza, quitando mi vestido exponiendo mi cuerpo semidesnudo y después ultrajándolo sin que yo pudiera hacer algo al respecto. No importaba si fuera hombre o mujer, yo me lo imaginaba.

Decidí pasar toda la tarde paseando; en esos días era muy solitaria, no tenía muchos amigos y los pocos que tenía trabajaban todo el día. 

Me dio algo de hambre y fui a comer, pero he de decir que en realidad tomé más agua de lo que comí. Después de comer me puse a leer un libro que había comprado antes pero después de diez minutos me dieron ganas de ir al baño. Busqué el sanitario más cercano. Mientras me lavaba las manos me recordé una de las imágenes que había tenido antes. Pero esta vez imaginaba que un joven que había visto en el área de comida entraba al baño, se acercaba detrás de mí y me comenzaba a acariciar mis senos, alzaba bruscamente mi vestido, bajaba mis pantaletas hasta mis rodillas y frotaba su pene erecto y caliente entre mis nalgas.

Sacudí la cabeza pero ya estaba tan cachonda que no podía evitar tocarme, cerré la puerta del baño con seguro y me dispuse a complacerme. Primero me aseguré que no hubiera nadie más dentro del baño.
Primero me recargué en el lavabo, metí mis manos debajo de mi vestido y froté mi vagina sobre mis pantaletas, las cuales eran blancas de algodón con un coqueto moño azul como único decorado. Me mojé rápidamente, ahora no sólo pensaba en ese joven frotando su miembro, también imaginaba a una chica guapa que había visto en una tienda de ropa. La imaginaba con el pecho descubierto, sus jóvenes y firmes senos tocaban los míos mientras ella me besaba como si no hubiera un mañana.

Mientras imaginaba eso mis pantaletas se mojaban cada vez más, sentía el fresco contacto de mis jugos que humedecía la tela, mi vagina cada vez se ponía más sensible también. No podía más, hice a un lado mis pantaletas sin quitármelas y comencé a meter mis dedos índice y medio, lo hacía lentamente imaginando que era el joven quien metía su pene en mi vagina. Metí mis dedos lo más profundo que pude, los movía dentro de mí, mientras que con el pulgar estimulaba mi clítoris con movimientos lentos, mientras lo hacía imaginaba que era la chica que me lamía tiernamente.

Ahora estaba completamente excitada, me frotaba contra el lavabo, movía mis piernas lo cual me hacía subir y bajar, movía los dedos más rápido. Me fui a sentar a un retrete, lo hice con cuidado para evitar accidentes, bajé un poco mi vestido exponiendo mis senos, mis pezones estaban duros y erectos, con mi mano libre comencé a masajear mi pezón izquierdo, mientras que con la otra mano frotaba mis labios menores, los abría y cerraba, mis jugos ya habían empapado mis pantaletas.

Estaba por venirme, podía sentir ese hermoso cosquilleo y esa sensación como de orinar mientras frotaba mi vagina de arriba abajo y frotaba mi clítoris también con la otra mano. Poco después al fin el orgasmo esperado llegó, abrí las piernas y las elevé un poco en el aire, apretaba los dedos de mis pies en la suela de mis sandalias, como evitando que cayeran, mis gemidos hicieron eco en el baño vacío.

Lavé mis manos y me puse un poco de perfume para disimular el olor de mi travesura. Pero de inmediato me asaltó una idea, tal vez debido a que aún estaba cachonda. 

Me quité las pantaletas empapadas y las hice bolita, las llevaba en mi manó que cerré en un puño. Así, con mi sexo expuesto, aunque sea debajo de mi vestido podía sentir la más mínima brisa gracias a que mis jugos aun humedecían mi vagina.

Decidí dejar mis pantaletas escondidas en un rincón para que algún afortunado las encontrara e imaginara quién pudo dejarlas ahí.

Salí y caminé un rato, seguía con mis pantaletas hechas bolita en mi puño y después de disimular un poco noté una pequeña banca que estaba cerca de un borde lo cual la hacía perfecta para dejar mis pantaletas escondidas entre la banca y la pequeña pared. Me senté y simulé estar cansada, agité mi mano libre con la cual tenía mi libro. Después con un movimiento calculado lo dejé caer entre la abertura y al alcanzarlo con mi otra mano dejé mis pantaletas y recogí el libro. 

Puede que no haya sido mucho, pero esa experiencia me hizo tener un nuevo hobby y ¿quién sabe?, tal vez alguien de aquí ha sido el afortunado de encontrar mi regalito y lo ha atesorado desde entonces.

Espero les haya gustado. Les mando muchos saludos.